Al igual que la mayoría de los perros, Gus era un alma buena. Poseía una amplia sonrisa, una cola feliz, y un espíritu dulce. Era un luchador y trabajó duro para quedarse con nosotros, pero después de 15 años, su cuerpo dejó de funcionar.
Hace sólo unos días estabas tan feliz con tu tarta y regalo de cumpleaños...qué alegría cuando saltabas con esa emoción para recoger tu juguete nuevo, y ahora me tengo que despedir de ti, y no sé de dónde sacar las fuerzas.
Tú has estado ahí todos los días durante muchos años. desde que te rescaté de aquella mugrienta caja de cartón, cuando sólo tenías unas horas de vida..., desde aquel instante nos volvimos inseparables. Hemos sido los mejores amigos desde el día en que nos conocimos, y nuestro vínculo se ha fortalecido a lo largo de los años.
Estos orgullosa de haber compartido la mitad de mi vida contigo, de que hayas formado parte de los momentos más importantes...Nunca me fallaste, incondicionalmente me mirabas con admiración, la misma que yo te tengo por todo lo que has luchado estos dos últimos años de enfermedad. Me despertaba y me iba a la cama sabiendo que estabas ahí y que estarías ahí cuando despertara, eso me hacía ser feliz. Nunca dejaste de saludarme con tu cola llena de emoción y con una adorable sonrisa cuando llegaba a casa. Te extrañaba cada minuto que tenía que dejarte en casa solo.
Fuiste una bendición enviada desde el cielo. Ahora solo me queda decirte ¡GRACIAS!
Gracias por completar mi vida y por enseñarme cosas importantes, lecciones de vida que voy a llevar conmigo donde quiera que yo esté, hasta que nos encontremos de nuevo.
Gracias por todo el amor que nos diste, a mi y a mi familia, gracias por tus muestras de afecto y tu compañía, gracias por ser el perro más leal y valiente que he visto en mi vida, gracias por tu fuerza y por tu ternura, gracias por poner tu corazón en mi vida.
Gracias por los trucos que aprendiste, gracias por desobedecer cuando tu instinto buscaba libertad, gracias por ser mi perro.
Estoy en paz porque sé que estás en mejor lugar, Sé que tan pronto como diste tu último aliento, el cielo se llevó tu alma bella e inocente. Sé que ya te ganaste tus pequeñas alas peludas, que te las mereces con todas las de la ley, estoy orgullosa de ser capaz de amar a un ángel tan sorprendente como tú.
Espero que corras por hermosos prados y cielos perfectamente azules. Espero que todo el dolor y el sufrimiento hayan desaparecido, que hayas recuperado la juventud que siempre quise que conservaras.
A pesar de que ya no estamos juntos físicamente, siempre permanecerás en mi corazón, en mi alma y en mi piel.
Hoy te toca descansar y correr libremente, ya no habrá más dolor, ni noches de angustia por la lluvia o los cohetes.
Adiós amigo peludo, adiós pequeño, se feliz, te extrañaré, pero vivir con tu recuerdo será un regalo que incluso eso te encargaste de dejarme.
¡Te amo, mi ángel de la guarda!. Hasta siempre...