Hoy, con el mismo amor que me diste durante toda tu vida, quiero intentar ponerte en palabra…
Y por supuesto, no busco que nadie me entienda.
Por que quien no ha amado a un animal como yo te he amado a ti, nunca sabrá lo que es perderlo, no sabrá lo que es sentir que una parte de ti se ha ido, ni lo que es llegar a casa y ver solo huecos donde antes había vida; no sabrá que ese amor sin condiciones te cambia para siempre.
No hay palabras que puedan contener lo que siento.
No hay manera de explicar cómo duele un silencio tan grande, ni cómo se parte el alma al mirar los sitios donde solías estar y encontrarlos vacíos.
Tú no eras solo un gato, eras mi vida en movimiento, mi alegría en los días grises, mi compañía más fiel.
Eras ese amor tan puro que no necesita hablar, que se nota solo con mirarte, con tenerte cerca.
Fuiste una presencia mágica, una chispa de vida que llenaba la casa y el alma de felicidad.
Siempre con esa energía tan tuya, ese brillo en los ojos, esas ganas de jugar y de descubrir el mundo, aunque fuera solo desde la ventana… Te gustaba mirar la vida pasar, curioso y atento, como si entendieras todo lo que veías.
Me acordaré siempre de cuando ibas a la cocina a pedir chuches todos los días a la misma hora como si ese fuese tu pequeño ritual… de como te encantaba que te peinaramos con esa mezcla de placer y orgullo sabiendo que estabas guapísimo y mimado, de como tu túnel era tu reino, tu escondite, tu campo de juegos y tu sitio tan especial y esa costumbre tan tuya y tan única de ir a beber agua cuando estaba recién cambiada.
Eras pura vida. No había día gris contigo; bastaba un ronroneo tuyo para que todo se calmara, para que todo tuviera sentido otra vez. Tu forma de amar era tan sencilla, tan verdadera, que solo podía venir de un alma tan noble como la tuya.
Gracias, mi amor, por tanto.
Por dejarme cuidarte, por confiar en mí, por enseñarme que el amor no necesita palabras. Gracias por tus mimos, tus juegos, tus carreras, por cada amanecer en el que nos esperabas y cada noche en la que te acurrucabas cerca… pero no mucho, por que te gustaba tener siempre tu sitio para dormir.
Ya no estás físicamente, pero tu esencia no se ha ido, vives en cada rincón, en cada recuerdo, en cada sonrisa que me arrancas sin darte cuenta. Vives en mi corazón, donde siempre tendrás tu casa.
Descansa, mi rey…Corre libre, juega y sobretodo mira por nuevas ventanas llenas de luz…
Te amo más allá del tiempo, más allá de la distancia. Eres y serás siempre mi compañero eterno.